lunes, 12 de diciembre de 2016

Leó Szilárd y HG Wells

¿Puede un escritor influir en la vida de algunas personas hasta el punto de cambiar su vida? ¿Puede un escritor cambiar el curso de la historia de la Humanidad? ¿Piensas que los nazis pudieron ganar la Segunda Guerra Mundial si hubieran inventado la bomba atómica antes que los norteamericanos? Si te dijera que en todo esto tuvo algo que ver HG Wells, ¿me creerías? Probablemente no.
Cuando empecé a interesarme por la vida y obra de HG Wells, tras varios años de investigar cualquier rastro de él en internet, un día hace como unos tres o cuatro años me topé con un hombre, un científico casi desconocido por el gran público (y por mí hasta entonces). Su nombre en español y en húngaro es Leó Szilárd, y en inglés Leo Szilard, por aquello que a los británicos odian los acentos.
Su nombres es poco conocido, quizá por ser húngaro y judío. Su nombre aparece en la web de la Universidad de Gotinga, una de las más importantes de Alemania y de Europa, con 24.000 estudiantes, 2.500 profesores y 8.000 técnicos que trabajan en la administración.
En la página web de Leo en wikipedia se dice que conoció la idea de las bombas atómicas por un libro de HG Wells, The World Set Free.
Abandonó la religión de sus padres y se convirtió en ateo. Gracias a una enfermedad, la mal llamada Gripe Española, probablemente salvó su vida pues su regimiento fue casi totalmente aniquilado en la Primera Guerra Mundial. Tuvo la suerte de no morir por la enfermedad, pues mucha gente murió por ella. En enero de 1919 reanudó sus estudios de ingeniería en Budapest. Le tocó vivir bajo la República Soviética de Hungría, un régimen prosoviético. En aquellos tiempos Szilárd era socialista, pero no prosoviético. Junto a su hermano Béla fundó la Asociación Húngara de Estudiantes Socialistas convencido de que un socialismo no soviético era la solución para un país paralizado por una grave crisis económica y política.
Convencido de que no había futuro en su país para él, emigró a Alemania el 25 de diciembre de 1919. Se aburrió de la ingeniería (al parecer nunca acabó sus estudios) y se matriculó en física. Recibió clases de Albert Einstein, Max Planck y varios profesores más muy conocidos pero de los que nunca oí hablar. Participó o creó numerosos inventos como el microscopio electrónico, que fue idea suya. Recibió la ciudadania alemana en 1930, pero en 1933, cuando el 30 de enero Adolfo Hitler se convirtió en canciller alemán, urgió a sus familiares y a sus amigos judíos a abandonar el país, como él mismo hizo. Primero se mudó al Reino Unido, donde transfirió su fortuna de 1.595 libras. Vivió modestamente en hoteles donde el hospedaje y la alimentación semanal le costaba 5 libras semanales.
En 1932 se construyó un acelerador de partículas y bombardearon átomos de litio con protones, lo cual produjo la emisión de partículas alfa y la liberación de energía. El físico Lord Rutherford, entonces en la cumbre de su fama por su descubrimiento de los protones, afirmó entonces que este método era una manera "pobre e ineficiente" de obtener energía, la gran metedura de pata del físico neozelandés. Entonces a Leó se le ocurrió la idea de que si un neutrón suelto golpeaba un átomo de algún tipo de sustancias que son fisibles, como el uranio 235, esto podía producir una reacción nuclear en cadena, es decir, el neutrón al chocar con el átomo, podría desencadenar que dicho átomo expulsase varios neutrones, los que a su vez, cada uno de ellos chocaría con otros átomos, y así sucesivamente. Este es el principio de las bombas atómicas que el ejército estadounidense dejó caer en Hiroshima y Nagasaki.
Richard Rhodes cuenta como fue ese momento de inspiración:
"En Londres, Southampton Row pasa Russell Square frente al British Museum de Bloombury, Leó Szilárd esperó con irritación una mañana gris de la Depresión a que el semáforo cambiara. Un rastro de lluvia había caído durante la noche. El martes 12 de septiembre de 1933 amaneció fresco, húmedo y aburrido. La lluvia torrencial comenzaría de nuevo a primera hora de la tarde. Cuando Szilárd comentó la historia más tarde nunca mencionó su destino aquella mañana. Puede que no tuviera ninguno. A menudo caminaba para pensar. En cualquier caso intervino otro destino. El semáforo cambió a verde. Al cruzar la calle el tiempo se abrió ante él y vió un camino hacia el futuro, la muerte en el mundo y todas nuestras aflicciones, la forma de las cosas por venir".
La forma de las cosas por venir es el título de otro libro de HG Wells, The Shape of Things to Come. En 1936 Szilárd patentó la reacción nuclear en cadena para mantenerla en secreto.
Temiendo que en Europa se desencadenase otra guerra (se dice que también predijo la Primera Guerra Mundial), el 2 de enero de 1938 emigró a Nueva York. Durante los siguientes meses viajó por varias universidades estadounidenses, y en la Universidad de Rochester inentó desencadenar una reacción nuclear en cadena bombardeando indio con neutrones, pero falló otra vez. En Londres ya había fallado al hacer el mismo experimento con berilio.
Con 2.000 dólares que le prestó un colega y un laboratorio que le cedieron gratis en la Universidad de Columbia en Nueva York, y conociendo que en Alemania ya se estaba investigando sobre el tema, puso en práctica una idea que se le había ocurrido: que el uranio era el elemento fisible que necesitaba. Bombardeó uranio con neutrones y obtuvo por primera vez en el planeta Tierra una reacción nuclear en cadena. Y como suponía, obtuvo mucha más energía que la utilizó para iniciar la reacción. Con esto demostró que la conclusión de Rutheford era falsa.
Szilárd mandó una carta confidencial al Presidente Roosevelt ecplicando su experimento y advirtiéndole que Alemania estaba investigando sobre el mismo tema. Como era poco conocido en EE UU, contactó con Alfredo Einstein y le convenció para que le firmara la carta. La carta Szilard-Einstein convenció al presidente quién dió órdenes de investigar el tema en lo que se llamó el Proyecto Manhattan.
Es muy curioso que tres físicos húngaros judíos, que huyendo del antisemitismo nazi, Edward Teller, Eugene Paul Wigner y Leó Szilárd, fueran tres de los investigadores principales del proyecto Manhattan. Lo que los nazis se perdieron por su antisemitismo.

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