sábado, 9 de febrero de 2013

El Patito Feo

HG Wells fue un asistente de vendedor de paños pobre que se levantó de la sociedad en que vivía hasta lograr en un igual entre las grandes figuras de su tiempo. Él se describió como un patito feo que se descubrió a sí mismo como un cisne. Nacido en la apretada vida de una clase social media baja de la época victoriana, tuvo que luchar ferozmente para realizarse a sí mismo. Era, dijo, “una criatura tratando de encontrar su manera de salir de la prisión en que había caído. A pesar de los obstáculos, consiguió una buena educación científica, y más tarde, fama y fortuna.

Herbert George Wells nació el 21 de septiembre de 1866. Las circunstancias de su nacimiento no fueron promisorias: “un hogar en mal estado y con muchas necesidades” detrás de la tienda de loza y cristalería sin éxito en Bromley, Kent. Sus padres se habían encontrado como sirvientes en Uppark, una gran y noble casa campestre cerca de Midhurst en Sussex. Su madre Sara había sido la doncella de la señora; José, su padre, un jardinero. Después de su matrimonio en 1855, los Wells, como tantos otros en la Inglaterra victoriana decimonónica, habían emigrado del campo a la ciudad, asentándose definitivamente en Bromley, en donde compraron a un primo una tienda ruinosa de venta de china que fue siempre “un miserable modo de vivir”.

Herbert fue el cuarto y el más joven de los niños: Frances, quien murió joven, Frank y Fred, que vinieron antes que él. Débil y delicado de salud, su madre pensó que podía reemplazar a la hija muerta que ella había adorado, con lo que era inevitable que fuera malcriado. “Ay si los juguetes de su alteza le fueran negados,” recordaba su hermano Frank. También fue precoz. Su madre pronto le enseñó sus letras, y su primera palabra escrita, de los muchos millones que escribiría, fue “mantequilla” trazado en el cristal de una ventana arriba de la escritura de su madre.

La casa de los Wells estaba llena de tensión. El matrimonio no era feliz. Sara vivió una vida de resentimiento sombrío con su irresponsable marido, y se convirtió en una esclava de su marido luchando por mantener lo que Wells llamó su “delgada e imposible casa” (*). Wells recordaba las manos de su madre, “tan huesudas, demacradas, sucias, deterioradas de tanto coser y deformadas por el trabajo.” José, un modelo para la posterior creación de su hijo, Mr. Polly, fue siempre un comerciante apático e ineficaz, siempre apoyado en la puerta de su tienda. Aunque Bromley fue un suburbio de Londres en rápido crecimiento, con buenas oportunidades para el comercio, Joseph permitió que su negocio fuera a menos. Cuando podía, se escapaba para jugar a cricket. Era un jugador habilidoso, suficiente bueno como para jugar con Kent. A pesar de la incapacidad de su padre y su mal humor, Wells lo amaba. Vio una “vena de poesía silenciosa” en él, que cuando era joven, le gustaba permanecer al aire libre en medio de las noches de verano simplemente mirando las estrellas.

Su madre trata de inculcar sus creencias religiosas en la mente de su hijo pero fracasó en gran medida. Llegó a pensar en Dios como “un viejo chivato… con un ojo que todo lo que veía.” Sin embargo, las imágenes del Infierno en uno de los libros de la familia le afectaron mucho, y la opinión de su madre sobre el Juicio Final y la Nueva Jerusalén se convirtieron en elementos claves de su ciencia-ficción y sus novelas utópicas. De su padre, Wells heredó su rica imaginación. Cuando tenía siete años de edad, se rompió una pierna en un accidente y estuvo en la cama durante varias semanas. El interludio se convirtió en un festín de lectura de libros de toda clase, bien de préstamo de la librería, bien enviados por los vecinos. A Wells le encantaban los hechos exóticos: cuentos de extraños países, animales curiosos y grandes batallas. Su imaginación fue incendiada por un viejo atlas que mostraba grandes regiones inexploradas. Sus temores causados por un gorila le hacían soñar que le perseguía por toda la casa. De los dibujos políticos de la revista Punch, obtuvo sus primeras ideas sobre política y asuntos internacionales.

Su madre tenía un sentido exacto de la posición social de la familia en el extremo inferior de la clase media baja y combinaba “la deferencia del sirviente con una respetabilidad celosamente guardada por encima del vulgo.” Ello le hizo escoger para sus hijos una academia privada, la llamada Academia Bromley en vez de la más proletaria escuela elemental “nacional”. Wells, como Charles Dickens, escribió amargamente sobre el fraudulento sistema escolar privado de la era victoriana. Satirizó su propia educación en el retrato de Mr. Woodrow’s Cavendish Academy en su novela Kipps (1905).

Los recuerdos que le quedaron a Kipps en su vida posterior era de un ambiente de mala ventilación y desorden mental, incluso un sinnúmero de formas de sentarse aburridas y ociosas, de manchas de tinta… de las superficies pegajosas de las pizarras… de ser obligado a mantenerse de pie por mala conducta imaginaria y sin motivo alguno… El señor Woodrow se sentaba inánime en su escritorio, haciendo caso omiso de los asuntos de la escuela, mirando las cosas que estaban en frente de él sin verlas. A veces su rostro parecía completamente estúpido; a veces tenía una expresión de asombro fija, como si viera ante sus ojos con una claridad despiadada la deshonra y maldad de su ser.
(Kipps, Cap. 1)

Fuera de la escuela, su imaginación se expandió. En sus solitarios paseos, imaginó fantasías bélicas, estimulado por la lectura de Chicos de Inglaterra, uno de los primeros comics. En su autobiografía (1934) recordó como era “un niño pequeño y bastante desnutrido, vestido mezquinamente y silbando detestablemente entre los dientes.” “Los transeúntes no podían imaginar que el staff militar caracoleaba montados en sus caballos detrás de mi… apuntar los cañones y abrir fuego sobre aquellas casas de allí abajo… Reyes y Presidentes y los grandes de la tierra acudían a mí presencia para saludarme y agradecerme mi sabiduría.” Wells escribió una historia ilustrada llamada The Desert Daisy en la misma línea. Estos sueños violentos se convirtieron en parte de su educación.

La vida se volvió más difícil para la familia Wells cuando en 1877 el padre se rompió una pierna cuando Joseph se rompió una pierna en el patio trasero, poniendo de este modo punto final al criquet y a los ingresos que éste suministraba. Durante dos años, Sara peleó. Después, la familia se separó. De repente, en 1880, Sara volvió a Uppark como ama de llaves, contratada por Frances Fetherstonhaugh, la cual había heredado la mansión. Su hijo Herbert, que entonces contaba con catorce años, fue enviado, siguiendo los pasos de sus hermanos, al comercio textil como ayudante de dependiente.

“Casi tan incuestionable como su creencia en Nuestro Padre… fue su creencia en los comerciantes de telas,” escribió Wells sobre su madre. “Vestir una chaqueta negra y una corbata y estar detrás de un mostrador era la mejor de las posibles metas alcanzables por un hombre… de nuestro nivel social.” Como un aprendiz viviendo en una respetable tienda en Windsor, Wells trabajaba 13 horas al día, seis días a la semana. Dormía en un dormitorio de mala muerte y comía en un comedor bajo el nivel del suelo. Wells detestaba su trabajo. Lo que para Dickens fueron las humillaciones del trabajo en una fábrica, para Wells fue la vida de tendero.

“No es un comercio particularmente honesto o útil… No hay libertad ni ocio – de las 7 a las 8,30 todos los días de la semana, ¿no deja mucho tiempo para vivir, ¿no? – los trabajadores de verdad se reían de nosotros y los tipos de verdad como los cajeros de los bancos y los empleados de la justicia nos miraban de arriba abajo. Parecías respetable afuera, pero dentro te empacaban en dormitorios como si fuéramos convictos, nos alimentaban con pan y mantequilla y éramos intimidados como esclavos. Eras superior lo justo para que no te sintieras superior… Así eran las tiendas de telas… Éramos demasiado bien educados como para rebelarnos. Nuestras ajadas chaquetas eran nuestras esposas.
(The Wheels of Chance, cap. 26, 1896)

“¿Quiénes son ellos para conseguir tiendas propias? ¡No son importantes! ¡Como un tendero de comercio va a ahorrar quinientas libras alguna vez! Te digo que no puede ser cierto. Te digo que estamos en una bendita tubería de desagüe y tendremos que arrastrarnos por ella hasta que muramos…
(Kipps, cap. 2)

Su único placer en Windsor era escapar los domingos a la cercana Surly Hall, una posada cercana al río (la Posada de Potwell en Mr. Polly) explotada por su tío suyo. Allí remaba en el río y cantaba canciones con sus dos primas mayores, y allí fue donde leyó las primeras novelas de Dickens, que tuvieron bastante influencia en su propia obra. De vuelta a la tienda, Wells soñaba despierto: “Varios jinetes con un mensaje cabalgaban a lo largo de la línea del frente esquivando al encargado de la tienda: ‘¿Está el general Bert Wells aquí? Los prusianos han llegado…” Se produjo un escándalo sobre sus cuentas que él llevaba con indiferencia y se le pidió que abandonara el trabajo.

Se refugió en Uppark con su madre en las dependencias de la servidumbre “escaleras abajo.” Las semanas que pasó en Uppark le impresionaron profundamente. En Tono Bungay (1909) nos presenta el retrato de Bladesover House, una sorprendente versión de la vida en Uppark tal como él la conoció, con un agudo sentimiento de la muerte y decadencia del orden social vertical “arriba-abajo” de las viejas mansiones victorianas campestres, donde las filas de servidores esperaban las órdenes de “su Lady… locuaces pero acongojados… una cosa vestida de seda negra con una cadena de oro.” Pero posteriormente llegó a admirar ciertos aspectos de la vida de la pequeña nobleza rural:

“Dentro de esos hogares, detrás de una pantalla de un parque repleto de ciervos y de servidumbre, los hombres podían hablar, pensar y escribir a placer… De estas casas surgió la Royal Society, los primeros museos y laboratorios y las primeras colecciones de arte, la educación gentil, la buena escritura y casi todo lo que tiene algún valor en la civilización actual.”
(Experimento de autobiografía, Vol 1, Cap. 3, 1934)

Wells vino a concebir la vida de la élite cultivada y pensadora como un ideal en sus visiones utópicas.

Durante el interludio de 1880-81 y sus posteriores visitas, tuvo la oportunidad de leer libros que tomó prestados de la biblioteca de la familia Fetherstonhaugh y que le influenciaron durante toda su vida: Los derechos del hombre, de Tom Paine, Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swift y La República, de Platón. Las ideas expresadas en estos libros eran sorprendentes: “Aquí estaba la sorprendente sugerencia de que todo el tejido de la ley, la costumbre y el culto... puede ser echado en el crisol y rehecho de nuevo.” En un ático cercano a su dormitorio, encontró un telescopio olvidado con el cual “en las heladas pero maravillosas noches… hice mis primeros contactos con el cielo estrellado en un estado de exaltación… que yo me creí ser Galileo redivido.”

En enero de 1881 Wells inició otro comienzo en la vida como aprendiz de farmacia en la cercana Midhurst. Como entonces se consideraba necesario el conocimiento del latín en esta actividad, tomó lecciones privadas de Horace Byatt en esta materia, quien era director de la recientemente reformada Escuela Secundaria de la localidad. Wells asombró a su profesor con la rápida absorción de las ideas. Pero su felicidad duró poco: su madre no pudo pagar durante más tiempo las tarifas del farmacéutico. En mayo, siguiendo los deseos de su madre, comenzó de nuevo como ayudante de dependiente de comercio de telas en un emporio en Southsea, Hampshire. Durante dos años tuvo que soportar la miseria, “lo peor de todo, las interminables horas,” los gritos de “Wells, continúa con eso”, “Wells, no se retrase”. Patéticamente, Wells trató el autoaprendizaje estudiando enciclopedias populares y escribiendo respuestas a las preguntas que él mismo se formulaba, como “¿Qué es la materia?” o “¿Qué es el espacio?”.

Finalmente se rebeló contra “esta mierda de vida” al llegar cerca del colapso. En 1883 le pidió a Byatt un puesto de auxiliar de maestro en su escuela. Cuando su madre se resistió a sus planes, él huyó del Emporio y caminó hasta Uppark donde apareció dramáticamente en el camino campestre que usaban los sirvientes para volver de la Iglesia. Ya en su habitación, su madre y él pelearon amargamente, pero su madre le permitió abandonar la tienda de telas. De esta experiencia, obtuvo un principio rector: “Si la vida no es suficientemente buena para ti, cámbiala; nunca soportes un estilo de vida triste y monótono.”

Wells se convirtió en asistente del director en Midhurst School, donde trabajó duramente, clavando en la pared de su cuarto un esquema o programa de aprendizaje para los siguientes años, tal como hizo su personaje Mr. Lewisham. Durante el día enseñaba a adolescentes bajo la guía de Byatt. Durante la noche, se sentaba junto a su maestro preparándose para los exámenes del Ministerio de Ciencia y Arte, un departamento ministerial establecido en 1851 para estimular los estudios científicos. Cada materia aprobada era recompensada con dinero a los profesores, y con codiciados certificados a los alumnos. Tan bueno fue Wells en los exámenes de 1884 que recibió “un maravilloso documento azul” que le ofrecía como recompensa una beca para estudiar en la Escuela Normal de Ciencias, en South Kessington, Londres. “Gloria in excelsis mei,” escribió Wells a su hermano Fred. “Ahora me había convertido en una persona respetable, sagrada, con derecho a usar un bonete y una toga y considerarme como un estudiante de la Universidad de Londres.
HG Wells, en la cumbre de su temprana fama, cuando La Guerra de los mundos apareció en 1898.
Los padres de Wells, Sara y José, eran sirvientes en la era victoriana convertidos en tenderos.
La calle principal de Bromley en 1905: Atlas House estaba a la izquierda donde está Medhurst.
Wells como alumno destacado en 1876, con diez años de edad.
Wells describe la monotonía de su propia escuela privada en su retrato de la Academia Cavendish en Kipps.
Dibujos de Punch como este de Sir John Tenniel mostrando Disraeli y la Reina Victoria dio a Wells sus primeras ideas sobre el mundo político.
Un dibujo de Wells de la escena de una batalla sangrienta en la historia fantástica “The Desert Daisy”.
Sara Wells usó esta habitación cuando se convirtió en ama de llaves en Uppark en 1880.
El ala oeste de Uppark House
Midhurst Grammar School en Sussex, poco después de que Wells la abandonara. Su director, Horace Byatt, está sentado en el medio.

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